Las crónicas documentadas reflejan que la secta de los Illuminati o “Liga de los hombres” nace el primero de mayo de 1776, cuando Adam Weishaupt, catedrático de derecho canónico en la universidad alemana de Ingolstad, judío de nacimiento convertido al catolicismo, rompe con la Orden Jesuita para fundar su propia organización.
Que el propio Weishaupt y varios de sus primeros correligionarios, como el duque de Saxe-Weimar, Adolf von Knigge, o el duque Luis Eduardo de Saxe Gotha formaran parte al mismo tiempo de diferentes ramas de la masonería es el origen de la intrincada relación de esta organización con otras sectas secretas. Ese mismo año de 1776, el acta de Filadelfia declara la independencia de los Estados Unidos de América.
De los 13 firmantes de la declaración, 9 eran masones, entre ellos, prohombres como George Washington y Benjamin Franklin; la misma proporción que en la firma de la constitución más antigua del planeta. Esta coincidencia temporal tendría su porqué, pues los defensores de la existencia de esta secta afirman que los iluminados entran en juego allí donde la masonería tiene su límite, es decir, en el grado 33 de la más alta francmasonería.
La secta de los Illuminati habría nacido en el siglo XVII para defender a la ciencia en oposición a la Iglesia un siglo después, y a ella habrían pertenecido genios como Galileo. Su creencia en la “iluminación” a través de la razón estaría en el origen de su nombre y de su odio a la Iglesia, la premisa sobre la que crea su novela Dan Brown. Renacida en 1776 de la mano de Weishaupt, fue prohibida en 1784 por el príncipe elector bávaro, disuelta y convertida en clandestina.
En ese momento es cuando se habría mezclado con otros colectivos clandestinos como la francmasonería o el sionismo, lo que explicaría las aparentes contradicciones entre sus iniciales ideales y sus resultados. Hoy día, la palabra “Illuminati”, más allá de la existencia de esta secta, ha pasado a ser el genérico que designa a un supuesto gobierno mundial que estaría en el origen, como veremos, de muchos acontecimientos históricos.
A partir de ahí, conocemos de su existencia a través de textos apócrifos como Los protocolos de los sabios de Sión –también conocido como “Testamento de Satanás”–, aparecido en 1906 y acusado de inspirar el genocidio nazi, y las cartas que se escribieran el revolucionario italiano Mazzini con el teólogo luciférico, Albert Pike.
Es tal la importancia del texto citado en primer lugar, que le dedicamos un cuadro aparte. De las cartas intercambiadas por estos dos importantes personajes se desprende la importancia, ya sabida, de las logias masónicas en la revolución italiana del siglo XIX. Una importancia, por otra parte, que llega hasta nuestros días con la “desaparecida” P2, cuyo máximo jerarca, Silvio Berlusconi, es hoy, como es sabido, presidente de la República italiana.
Según estos documentos apócrifos, el líder “iluminado” Giuseppe Mazzini escribió a su correligionario Albert Pike en enero de 1870: “Tenemos que permitir a todas las asociaciones que sigan existiendo como hasta ahora con sus sistemas, sus organizaciones centrales y los diversos modos de correspondencia entre los altos grados de los mismos ritos en las formas organizativas actuales. Sin embargo, debemos crear un super-rito que debe permanecer oculto y para el que podemos elegir a los masones de los altos grados según nos convenga.
Por consideración a nuestros hermanos menores, estos hombres han de someterse al anonimato más estricto. Así gobernaremos sobre la masonería entera mediante este rito superior; constituirá la central internacional, que será tanto más poderosa al ser desconocidos los que la dirigen”.
Este texto corrobora la creencia de que, por encima de las logias masónicas, se encontraría una segunda estructura, a la que sólo tendrían acceso los elegidos, “los iluminados”. Su meta, la creación de un “gobierno mundial único” o “nuevo orden mundial”, la frase que está en boca de los jerarcas estadounidenses Rumsfeld, Cheney o el judío Wolfowitz, y que también aparece, en latín, en el billete de un dólar: Novus Ordo Seclorum –“nuevo orden de los siglos” o “nuevo orden seglar”–. Dos siglos antes, Weishaupt había dejado escrita las bases de esta suprahermandad: “Cada uno de los hermanos debe poner en conocimiento de su jerarquía los empleos, servicios, beneficios y demás dignidades de las que podamos disponer o conseguir por nuestra influencia, a fin de que nuestros superiores tengan la ocasión de proponer para esos empleos a los dignos miembros de nuestra Orden.
De lo que se trata es de infiltrar a los iniciados en la Administración del Estado, bajo la cobertura del secreto, al objeto de que llegue el día en que, aunque las apariencias sean las mismas, las cosas sean diferentes. En una palabra, es preciso establecer un régimen de dominación universal, una forma de gobierno que se extienda por todo el planeta. Es preciso conjuntar una legión de hombres infatigables en torno a las potencias de la Tierra, para que extiendan por todas partes su labor siguiendo el plan de la Orden”.
En un texto publicado por la editorial alemana Diagnosen se lee que “el hecho que se trata aquí es un conjunto de asociaciones secretas, de las cuales cada una cumple su propio papel, que puede diferir según sea el estado o el momento, o que se trate de circunstancias especiales. También es una evidencia que sólo el poder secreto que está detrás de la masonería, la dirige y se sirve de ella, aunando todas sus fuerzas y sabiendo exactamente el camino a seguir, mientras que la mayor parte de los masones no tienen idea de esto”.
De acuerdo a estas mismas fuentes, en los últimos escalones de la pirámide masona –31, 32 y 33–, los rituales se reducen, siendo el proceso de admisión reducido a un juramento de gran importancia, que corresponde a las más altas obligaciones de la Orden. Según la revista suiza PHL, la sede del consejo supremo masón de cada país es la misma ciudad donde está el gobierno, para influir mejor en las altas instituciones estatales. Como prueba de ello, la logia B’nai B’rith, que cuenta con 600.000 miembros en todo el mundo, únicamente de origen judío, tiene su sede en Washington, en el número 1.640 de la avenida Rhode Island, justo al lado de la Casa Blanca.
Los consejos supremos de todos los países se reúnen sin una periodicidad fija, constituyendo el “Consejo de los 33”. En esos altos grados, a los que sólo se puede acceder, obviamente, si el iniciado ha merecido la credibilidad de sus cofrades, es cuando supuestamente se desvela a los “hermanos” que el motor de la organización no es otro que Lucifer. En 1889, el citado Albert Pike se dirige a sus correligionarios, según refleja Des Griffin, con estas palabras: “Debemos decir a la masa lo siguiente: ‘veneramos a un solo Dios, pero a nuestro Dios se le reza sin superstición’. A vosotros –los miembros del grado 33–, los instructores generales soberanos, os decimos lo que debéis repetir a los hermanos de los grados 30, 31 y 32: la religión masónica deberá ser conservada por todos nosotros, que somos iniciados del grado supremo, en la pureza de la doctrina luciférica”.
Para corroborar este hecho, los defensores de la teoría de la conspiración recuerdan que el primero de mayo, día de la fundación de la “Liga de los Hombres” se convirtió en festivo con el “día del Trabajo”, pero antes ya era festivo en el mundo germánico. Se conmemoraba la noche de Walpurgis, o de las brujas…
pensaba no comentar mas por esta madrugada pero...
ReplyDelete"...teólogo luciférico, Albert Pike"
que yo sepa solo los activistas cristianos le llaman asi; no sabia que esa fama crecio. incluso se dice que el primer kuklos (kkk) tuvo algo que ver con él... pero eso de "teologo luciferico" si me parece un tanto alarmista y fuera de proporcion. en fin