La fama de que goza san Jenaro se debe a un hecho, considerado "prodigio", que no milagro1 , por la Iglesia, que se obra todos los años en Nápoles el 19 de septiembre, aniversario de su muerte. El hecho, que según la tradición se produce desde hace 400 años, consistente en la licuefacción de la sangre del santo.2
Ese día, un sacerdote expone en el altar de forma solemne, frente a una urna que contiene la cabeza del santo, una ampolla del tamaño aproximado de una pera
que contiene su sangre solidificada. Los presentes empiezan a rezar y
la sangre, normalmente sólida y de color negruzco, se vuelve líquida y
rojiza y aumenta su volumen. Se considera un milagro del santo
fallecido. Otros casos de licuefacción de sangre son los de san Chárbel Makhlouf en el Líbano y san Pantaleón en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid en España.
Según la explicación científica, este comportamiento es habitual en fluidos denominados no newtonianos,
en particular en los materiales denominados pseudoplásticos, que se
comportan como sólidos cuando están en reposo y se vuelven más fluidos
cuando se someten a algún tipo de esfuerzo, y tixotrópicos, que tienen
memoria, dependiendo su viscosidad de su historia reciente. En la
revista científica Nature3 se publicó en 1991
un artículo que explica el fenómeno de la licuefacción pero para
elementos como cloruro férrico y carbonato cálcico, añadidos con sal, no
obstante estos, no se sabe si estos son en esencia los compuestos de la
sangre de la ampolla, pues se desconoce el contenido, de modo que no se
puede saber bien a bien qué sucede con la sangre.
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