Desde tiempos inmemoriales, los
gigantes han hecho parte del folcklore de múltiples pueblos alrededor del
planeta. Desde Latinoamérica hasta asia, las leyendas sobre personas que
superaban los dos e inclusive, los tres metros de altura son narradas por
historias ancestrales que hablan de nuestros abuelos, los gigantes.
Pocas pruebas reales existen en
este planeta que ratifiquen la existencia, auge y caída de estos seres. Mas,
las pocas pruebas que existen son tan inverosímiles que la ciencia no tiene
otro camino que aislarlas como una curiosidad.
Este es el caso de la prueba que
halló el investigador Gregor Spörri, de origen alemán, quién en una visita al
Cairo fue informado de la presencia de un anciano que poseía una reliquia “digna
de ser sagrada en el nombre de Alá”. Se hicieron los contactos respectivos y
tras esto, en un día de 1988, se procedió al encuentro.
El mismo fue a unos 100 km del
cairo, donde se internaron el investigador y su contacto en una granja. Tras
esto, y tras dar una suma correspondiente a uno 300 dolares, se le permitió al
investigador observar el extraño objeto.
Un dedo con uña todavía, de color
verde negruzco y envuelto en viejos papiros y vendajes de lino era aquella extraña
parte de alguien. Fue encontrada cerca de una de las pirámides del complejo de
Giza, sin estar especificado su punto exacto de extracción.
Esto sería algo normal en Egipto
si no fuese porque el dedo mide nada más y nada menos que 38 cm. Esto indicaría
que la persona o ser al que perteneció mediría aproximadamente 4.5 metros. Casi
el triple de lo que mide el ser humano promedio.
Si bien el artefacto es
invaluable, el propietario, quién era un ladrón de tumbas y que declaró que
había sido su abuelo quién había encontrado aquel objeto, se negó a venderlo y
por muy poco aceptó que se fotografiase. Desde entonces, la locación exacta
donde se encuentra esta antígua prueba de gigantes sobre la tierra, es un
misterio.
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