La automomificación, o el proceso de preparar el cuerpo para un estado posterior de momificación, no es una práctica extraña entre los monjes budistas del Tíbet y en general, entre los practicantes de las distintas religiones existentes alrededor de asia.
Para llegar a un estado superior de existencia, estos monjes pasaron grandes esfuerzos en vida, de tal modo que sus cuerpos lograran preservarse tras su muerte durante un tiempo indefinido en forma de momia incorrupta.
Para ello seguían los siguientes pasos:
Paso 1: Por 1000 días, los monjes comian una dieta especial de nueces y semillas, y participaron en entrenamiento físico riguroso para eliminar la grasa del cuerpo.
Paso 2: Por otros 1000 días, sólo comieron corteza y raíces en cantidades cada vez más pequeñas. Hacia el final, comenzaron a tomar té hecho de un árbol especial, cuya savia es una sustancia venenosa utilizada normalmente para hacer lacas para los tazones y fuentes, lo que provoca una mayor pérdida de líquido corporal. En Japón, se complementaba con un té que se elaboraba con agua de una fuente sagrada en el monte Yudono, que ahora se sabe que contiene un alto nivel de arsénico. El brebaje creaba un ambiente libre de gérmenes en el cuerpo y ayudaba a preservar lo que quedaba de carne en el hueso.
Paso 3: Por último, los monjes se retiraban a una cámara de aislamiento subterránea conectada a la superficie por un diminuto tubo de bambú que suministraba aire. Allí, meditaba hasta morir, momento en el que eran cerrados en su tumba. Después de 1000 días, eran extraídos y limpiados. Si el cuerpo se mantenía bien conservado, el monje era considerado como una momia viviente.
Hacia principios de 2015, fue descubierta en Mongolia la estatua de un monje budista en un estado casi perfecto de conservación. Inclusive el médico de Dalai Lama declaró que la momia se encuentra en un extraño estado de trance llamado “Tukdam” lo cual no hace “Que esté muerto realmente”.
Dicen que si la momia sigue en ese estado de preservación, podrá llegar a alcanzar el estado de Buda, donde finalmente solo quedarán sus cabellos y uñas. Este estado habrá de manifestarse hacia sus allegados con el nacimiento de un arcoíris, que simboliza la cercanía con las fuerzas supremas de la creación.
El monje murió en 1927 y fue sacado de su lugar de descanso 30 años después. Temiendo represarias por parte de la unión soviética, el curepo fue puesto de nuevo en su tumba hasta el 2002, cuando fue desenterrado y llevado a un templo budista para ser adorado “hasta la eternidad”.
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