Se le atribuye la paternidad del término al suizo Erich von Däniken
y su supuesta existencia se ha relacionado con dos conjeturas
formuladas por la madrileña Beatriz Gato-Ribera, según las cuales la
Tierra podría formar parte de una civilización mucho más avanzada que
desea observarla, pero no contactar con los humanos, debido al abismo
tecnológico que los separa. Asimismo, tampoco desearía ser detectada,
por lo que ocultaría sus señales y habitaría bajo mares y lagos para
pasar desapercibida.
Al contrario que los platillos volantes, existen muy pocos indicios
físicos de los OSNIs, como fotografías o imágenes en movimiento, aunque
sean lejanas, borrosas y con poco detalle como suele suceder con los
objetos voladores no identificados. Tampoco los informes militares sobre
posibles detecciones submarinas pueden ser muy precisos, lo impide la
naturaleza del medio acuático. Sin embargo y al igual que con los
sucesos aéreos, no hay ninguna prueba de su existencia.
Sobre los objetos submarinos no identificados no se han realizado investigaciones como el Proyecto Libro Azul, lo que ha influido en la escasez de catalogaciones, taxonomías y publicaciones, especialmente de monografías.
Según Torrent Rodrigo (2010,
p. 81) la existencia de OSNIs se basa en la posibilidad de que la
civilización humana esté inmersa dentro de otra civilización galáctica
mucho más grande. Esta conjetura la publicó Beatriz Gato-Ribera en 2003 y sólo es posible, según su autora, si se cumplieran previamente el llamado Principio Subantrópico y también la Conjetura de la indetectabilidad.7
Según Gato-Ribera, si dichos supuestos fuesen ciertos y convergieran,
la civilización humana formaría parte sin saberlo de otra civilización
más grande y más evolucionada, de igual forma que los gorilas de montaña
están inmersos en la civilización humana sin percibirlo. La doctora
plantea en su artículo la cuestión de si los gorilas viven conscientes
de poblar en una reserva natural creada por una civilización más
avanzada que la suya. Concluye que no.
Así mismo, Gato-Ribera se formula la pregunta de ¿por qué la
civilización o civilizaciones más avanzadas y cercanas a la Tierra no
han contactado con los seres humanos? A lo que se responde a sí misma
con dos nuevos interrogantes: "¿Enviaría algún país de este planeta una
delegación oficial al territorio del gorila de montaña para presentarse
abierta y oficialmente a las “autoridades” de los gorilas? ¿Se
estrecharían la mano, llegarían a acuerdos e intercambiarían firmas con
los machos dominantes?"
nuevamente su conclusión es negativa por la misma razón que los humanos
no tratan de contactar con los simios para explicarles cuestiones como
las Ondas hertzianas.
Asumiendo el deseo de las otras civilizaciones de no contactar con la
terrestre quedaría por resolver una incógnita más: ¿por qué motivo no
pueden detectarse señales luminosas o de radio causadas por dicha o dichas civilizaciones? Esta pregunta es respondida por la llamada Conjetura de la indetectabilidad,
también formulada por Gato-Ribera. Dicha conjetura sostiene que las
civilizaciones tienden a camuflar o silenciar su presencia por motivos
de seguridad,
por ello la doctora madrileña presagia un escaso éxito a proyectos como
el SETI, aún teniendo relativamente cerca miembros de dicha
civilización o civilizaciones.
Partiendo de los dos supuestos antes indicados, autores como Torrent Rodrigo (2010,
p. 81) postulan que bajo el mar podrían estar explicaciones como la de
los ovnis, "hasta el momento buscada en estrellas lejanas", dicha
búsqueda se refiere al pequeño porcentaje de casos no aclarados.
Así pues la cadena argumental sería la siguiente: según Gato-Ribera
la Tierra podría estar inmersa en una o varias civilizaciones galácticas
que no desean contactar con la humana y no es posible detectarla por
haber enmascarado sus señales. A partir de dichos supuestos autores como
Torrent Rodrigo indican que dicha civilización habría llegado al
Planeta, habría decidido establecerse y habita en lagos y océanos para
no ser detectada.
A estas explicaciones o conjeturas se opone la recogida en el Informe Condon, publicado en los años 70 del siglo XX. Dicha investigación concluía que tras los ovnis no se haya ningún fenómeno de la Naturaleza desconocido para el ser humano y que investigaciones sobre dichos avistamientos no supondrían ningún beneficio para disciplinas como la física o la ingeniería, aunque sí para ciencias sociales como la psicología o la sociología
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